Pasiones por la educación pública
Pasiones de la educación pública.
Como dice Fidel Sepúlveda, el Arte de vivir chileno organiza la vida no solo para la producción y el lucro, reserva tiempo para lo esencial.
La educación en Ñuñoa hoy más que nunca va en contra de la cultura dominante. Se revela en contra de la marca empobrecedora de nuestra historia colonial y republicana. Mejora sus índices entre luchas por infraestructuras, desestimaciones, fake news, accesos, oportunidades y estructuras sociales.
Cada paso silencioso de su avance se subleva contra el tener desmesurado de los desvíos a los que la investigación de la prensa de esos días otorga nombres a las acciones y apellidos a los responsables. Malogro que contrasta efervescentemente con la extenuante moderación de recursos que llegan a alumnos, docentes, trabajadores, apoderados y familias. Muchas veces extinguiendo sueños y utopías aplastados por la baja calidad del seguro social y diferentes deudas.
Lo anterior nos hace vivir en constante tira y afloja entre el ser y el tener, con una adictiva autocrítica que nos desinfla el amor propio.
Los estudios y la educación, más que evaluaciones e índices, son un salvavidas que objetiva las relaciones de los vecinos consigo mismos, con el mundo y lo que hay más allá de este mundo. Permitiéndonos vivir, atender, conocer, valorar, desarrollar el derecho a la diversidad y el crecimiento cultural.
Entre los ladrillos del alocado libre mercado, a través de la educación surge, como la hiedra, un vínculo sagrado y profano que nos recuerda que existimos en un universo ilimitado. Nos abre los ojos y despierta a reconocer a las comunidades olvidadas, las dinámicas tragadas por el mercantilismo y los pitutos. Nos conecta con nuestras raíces y antepasados por encima de cualquier distancia que nos empuje a ejercer cualquier religión o prejuicio.
En nuestro ADN se encienden las memorias de la Ñuñoa solidaria que hemos sido frente a opresiones, dictaduras. Un patrimonio inmaterial fortalece nuestras historias individuales conectadas con un colectivo. Ese brillo interno de la solidaridad nos muestra la riqueza de la conexión con los demás vecinos y comunidades educativas. Tenemos muy poquito en comparación a los usurpadores de fondos públicos, pero compartimos más que cualquier realeza y herencia cultural europeizante.
Creciendo en educación y comunidades esas marcas de nuestra identidad nos ayudan a valorar al otro y valorarnos en relación con los demás. Somos mucho más que el lucro y por eso no lo queremos en la educación chilena y de la comuna, nuestra cultura sacrificada está conectada con esos trazos ancestrales que nos enseñaron a ver el valor relativo de la riqueza material. Por sobre el tener, está el ser que es más grande e importante que lo material que nos heredó la colonia.
Por eso es tan importante dar el rol central que la educación pública requiere. Según lo que alcancemos a “aprender” nos vamos a poder relacionar sana o insanamente con el entorno. Además, después de tanto desastre ecológico en las otras lógicas, no nos queda nada más que la educación.
Paulette L’Huissier
Apoderada, docente y estudiante crónica.
Octubre de 2024


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